Lo que sucede cuanto intentamos no sentir ANSIEDAD

La ansiedad es una experiencia común, pero poco comprendida. A menudo la vivimos como una enemiga que hay que controlar o eliminar, cuando en realidad tiene un mensaje que necesita ser escuchado. En este post quiero hablarte de por qué nos resistimos tanto a sentir ansiedad, qué consecuencias tiene esa lucha interna y cómo empezar a relacionarnos con ella de otra manera, desde un lugar más amable y menos exigente.

1. ¿Por qué nos resistimos a sentir ansiedad?

Vivimos en una cultura que valora la productividad, el control y la positividad constante. Esto genera expectativas poco realistas sobre cómo deberíamos sentirnos y nos hace cuestionarnos si es normal o no experimentar ansiedad. Incluso desde el ámbito profesional, a veces se difunden mensajes que son demasiado generales y que pueden no ajustarse a la realidad de cada persona.

En redes sociales, el discurso imperante nos dice que debemos eliminar el malestar y que existen claves o pasos para conseguirlo. Así, meditar, hacer ejercicio, comer bien y pensar en positivo se presentan como la solución definitiva. Pero aunque puedan ayudar, pensar que son suficientes puede llevarnos a autoexigirnos aún más, a controlar o descontrolar la alimentación, a forzar hábitos y a regir nuestras conductas por un positivismo tóxico que nos desconecta de nuestra ansiedad, pero no nos ayuda a gestionarla realmente.

Nuestro propio juicio convierte el malestar en algo aún más alarmante, lo que crea un bucle: sentimos ansiedad por sentir ansiedad. Lamento decirte que la ansiedad tiene un mensaje para ti, y ese mensaje debe ser atendido. Y eso no se gestiona evitándola con conductas que teóricamente tendrían que hacernos sentir mejor.

Muchas personas sienten vergüenza o culpa por tener ansiedad, como si fuera un síntoma de debilidad o falta de madurez emocional. Esta mirada interna, reforzada por un entorno que premia el rendimiento constante, hace que nos alejemos de nuestra experiencia en lugar de integrarla. Pero cuanto más nos desconectamos de lo que sentimos, más difícil se hace reconocer nuestras necesidades reales. La ansiedad, lejos de ser una señal de fallo, puede ser una brújula que nos ayuda a entendernos mejor.

2. ¿Por qué no funcionan los intentos de control?

Una de las frases que más escuchamos las psicólogas en consulta es: ¿qué hago para controlar esta ansiedad?

La ansiedad se manifiesta en el cuerpo, la respiración, los pensamientos. Y casi de forma automática, tratamos de evitarla: nos distraemos, huimos, negamos lo que sentimos. Pero cuanto más intentamos no sentirla, más fuerza parece coger. Luchar contra la ansiedad es como echar leña al fuego. En lugar de calmarse, el cuerpo interpreta esa lucha como una amenaza mayor.

Aquí puede ayudarte una metáfora: imagina que tu cuerpo es como una casa, y la ansiedad es una alarma que suena cuando algo necesita atención. No siempre sabes qué está fallando; a veces es una puerta abierta, otras un incendio en la cocina. La función de la alarma no es molestar, es avisarte. Si cada vez que suena la alarma en lugar de revisar qué pasa la apagas o te vas de casa, no podrás atender lo que la alarma te está avisando. Y el cuerpo, mucho más insistente que una alarma que se pueda apagar, buscará otra forma de ser escuchado: con insomnio, tensión muscular o síntomas digestivos. En el peor de los casos, podemos llegar a desconectar nuestra alarma corporal y entrar en estados disociativos, pero esto te lo cuento en este otro post. En definitiva, tu ansiedad no quiere castigarte, quiere comunicarse contigo.

A veces, incluso cuando intentamos hacer cosas que “deberían ayudarnos”, como respirar profundamente o practicar mindfulness, lo hacemos desde el deseo de eliminar la ansiedad de inmediato. El problema es que si usamos estas herramientas con esa expectativa, pueden perder su función real y convertirse en otra forma de resistencia. No se trata tanto de qué hacemos, sino desde qué lugar lo hacemos. ¿Estoy respirando para calmarme o para huir de lo que siento?

3. Darle un espacio, no el control

Aceptar la ansiedad no significa rendirse ni dejar que dirija nuestra vida. Significa reconocer que está ahí, sin que lo ocupe todo. Como si la invitáramos a sentarse en una esquina de la habitación: no se trata de echarla, pero tampoco de cederle el control.

Cuando dejamos de luchar contra la ansiedad y nos permitimos escuchar lo que intenta decirnos, muchas veces se vuelve más soportable. Podemos acompañarnos a nosotros mismos, y sostenernos en ese momento.


Te invito a tomar conciencia de tu ansiedad con el siguiente ejercicio:


– Observa en qué parte del cuerpo se manifiesta (en el pecho, en la garganta, en el estómago…)
– ¿Aparece de manera inesperada o siempre en las mismas situaciones? ¿Soy capaz de identificar qué factores me crean ansiedad?
– ¿Qué dice de mí que sienta ansiedad? ¿Cómo es mi diálogo interno cuando la siento? ¿Me resulta amenazante sentir ansiedad?
– ¿Hay creencias o pensamientos sobre mí, los demás o el mundo que hacen que me sienta así?
– ¿Qué herramientas o recursos sientes que te faltan para enfrentar aquello que sientes como amenazante?

Este cuestionamiento puede ayudarte a tomar decisiones más conscientes y menos impulsadas por el miedo. Y también a ayudarte a exponerte a esa vulnerabilidad y a entrenar la capacidad de tolerar ciertos pensamientos sin tanto juicio ni presión por que desaparezca. Repito, aceptar no es resignarse: es crear un espacio donde sentir no sea una amenaza constante, sino una guía.

Aceptar la ansiedad también implica darnos el permiso de vivir procesos emocionales sin prisa. No siempre vamos a encontrar una solución inmediata, y no todas las respuestas van a estar claras desde el principio. Pero podemos aprender a vivir con cierta incomodidad sin que eso nos paralice. Podemos sentir miedo y aun así seguir adelante.

4. Y si necesito ayuda, pedirla

Si consideras que la ansiedad está perjudicando tu día a día, y sientes que necesitas ayuda, puedes pedirla. A veces las raíces de la ansiedad no son evidentes o fáciles de encontrar. En esos casos, Trabajar con alguien que pueda sostenerte, guiarte y ayudarte a comprender lo que hay detrás de tu ansiedad puede marcar una gran diferencia. Recuerda que no estás solo y que si el camino se está haciendo demasiado arduo, te puedo acompañar.

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Psicóloga y nutricionista.
Psicóloga Colegiada M-41625

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